El Capellán Patriota Don Juan Manuel Benavides Mugíca Lo que más admira de este héroe nacional es lo poco
que se le ha destacado en las historias de Chile. Ni siquiera Quillota su ciudad natal le ha distinguido dedicándole una calle
o una estatua. En cambio, Vicuña Mackena en su libro "De Valparaíso a Santiago" dejó escrito: «Eran los
Benavides de Quillota una familia sumamente notable> no solo por su ardiente y generoso patriotismo, sino también por su
indomable energía. Hijos de un hidalgo español los Benavides eran criollos en toda la extensión de la palabra. Uno de ellos
fué el famoso capellán del Ejercito que todos conocimos en nuestra niñez con su sombrero de coronel y sus medallas de héroe
paseándose con marcial talante por las cales de Santiago». Esta familia "sumamente notable" estaba compuesta
por diez hermanos: dos fueron sacerdotes, otros dos, valientes luchadores en las lides de la Independencia. Otra hermana llegó
a ser ángel de la caridad, y que el pueblo conoció siempre con el apodo de la "Beatita Benavides". Tal
vez por inspiración de su hermana muy adicta a los Dominicos, Juan Manuel entró en la Orden de Santo Domingo, aunque poco
después profesó en la de San Agustín, en la que llego a ocupar cargos de importancia, como lector de filosofía en 1807.
El comienzo de la guerra de la Independencia despertó en él un gran impulso patriótico que le hizo cambiar la tranquila
vida del claustro por la de los campamentos militares como capellán del Ejercito. El mismo fr. Manuel dejó escrito en sus
Memorias: «Desde que sonó en Chile la potente voz de la Patria me decidí por la justa causa de la América, y desde
ese momento, mis deseos no fueron otros que cooperar al logro de la Independencia. " Fr. Manuel se enroló como
capellán en los Ejércitos de sus parientes los Generales Carrera... He aquí sus palabras: «Viendo yo entonces que
se me presentaba la ocasión de desplegar mis sentimientos patrióticos coadyuvando a la defensa del país, me ofrecí gustoso
a ir de capellán en el batallón de voluntarios de la Patria y lo verifiqué sin más sueldo que una onza mensual que los oficiales
me contribuían de su propio bolsillo». Después de la acción militar de Yerbas Buenas, vino la de San Carlos donde
el valiente capellán arengó a los soldados en medio de la refriega, mientras que el Ejercito realista tuvo que replegarse
a Chillán. Siguiendo al General Carrera, fr. Manuel le acompaño hasta Concepción, donde tuvo lugar el ataque a Talcahuano,
que el mismo Miguel Carrera describe en su Diario Militar: «Se distinguió en el ataque el Padre Fray Manuel Benavides
con algunos granaderos que en aquel momento capitaneaba. Se colgó de la bandera real, y no viéndose aún libre del peligro,
emplearon un rato en despedazaría. Se metieron los nuestros en el mar con el agua al pescuezo, y sacaron a los que huían,
menos dos botes que pudieron escapar con varios oficiales y jefes de la plaza, que se embarcaron al bordo de la Bretaña».
Vueltos a Chillán, la pelea fue enconada hasta el peligro de la derrota. Carrera dio órdenes de retirarse a Concepción,
donde el General fue depuesto del mando, y reemplazado por O'Higgins. Después de la batalla de Membrillar, Juan Manuel decidió
retirarse. Escribe en su Diario: «Entonces, viendo que me hallaba sin sueldo alguno y sin colocación en el Ejercito,
determine retirarme, para lo cual obtuve licencia del General O'Higgins, lo cual verifiqué, aunque con sumo dolor de mi corazón
por dejar a mis compañeros, y no tener la gloria del fin de la campaña». Poco duró el descanso del aguerrido agustino.
El 14 de Septiembre de 1814 fue nombrado capellán del batallón de ingenieros, y después del desastre de Rancagua, Benavides
emigra a Mendoza acompañando los restos del ejercito patriota. Después del fatídico desenlace de sus queridos y admirados
Generales Carrera, el año1827 regresó a Chile en la columna de San Martín por el paso Calíngasta. Al enterarse el pueblo de
Quillota de que el Ejercito Libertador había atravesado la cordillera, se levantó en masa un grupo de patriotas, con dos hermanos
de Juan Manuel. Armados de palos horquetas y guadañas, atacaron y dispersaron a los Huasos de Lanza, mandados por el alcalde
de la ciudad. Los hechos fueron descritos por Vicuña Mackena, y termina con estas palabras: «Quede por tanto constancia
que el pueblo de Quillota se levantó por la Patria el 10 de Febrero de 1818, dos días antes que en Chacabuco. Después de Chacabuco
se levantaron los demás pueblos, con la capital a la cabeza" La conjuración que dio lugar a este levantamiento
se fraguó en la Quinta de los hermanos Benavides, situada a la salida de Quillota, en los Cajones de San Pedro. También
fr. Juan Manuel toma parte en la batalla decisiva de Maipú. El mismo dejó consignado en su Diario: «Calzándome alas
el ardiente deseo de contribuir a la salvación de la patria, en menos de una hora me puse en camino, y sin arredrarme peligro
alguno, entré en lo mas vivo del fuego, animando como otras veces a los soldados. Trabajé en reunir y conducir a la línea
el número dos que se había separado y se hallaba todo disperso en pelotones. Después de esa operación, marchando siempre en
medio del fuego fue herido el caballo en que yo montaba de una bala de fusil en la cabeza, por lo que arrojaba un golpe de
sangre y abandonándolo cargué con la montura a las casas molino de hacienda, donde conseguí otro caballo medio cansado en
el que monté y continué en el número once, yendo a la cabeza hasta que nos apoderamos de la casa de la hacienda, que era el
último asilo que quedaba al enemigo». Tras diez años de continuo batallar, y afianzada la Independencia por la batalla
de Maipú, el incansable fr. Juan Manuel se reintegró a su convento de San Agustín de Santiago, donde ejerció oficios importantes:
en 1819 desempeño el cargo de primer definidor del capitulo Provincial, y en 1823 figuró como presidente del mismo capitulo.
El valor que demostró en las batallas lo continuó en importantes obras de su vida recoleta en el claustro. Después
de la Independencia un puñado de inseguridad en las Ordenes Religiosas. Disposiciones emanadas de gobiernos liberales pusieron
en peligro la existencia de los conventos, y ello fue causa de que muchos religiosos dejaran los claustros para integrarse
en el clero diocesano. Uno de ellos fue el Agustino fr. Juan Manuel así como también su hermano el dominico fr. Francisco
Antonio, que pasó toda su vida enseñando Teología en el seminario de Concepción, aquí se ve el espíritu universalista de la
familia Benavides: dos hermanos guerrilleros, dos sacerdotes en bandos opuestos, patriotas y realistas; y uniéndolo todo,
la hermana María del Carmen, dedicada por completo a Dios y al servicio de los pobres. Don. Francisco Antonio volvió a morir
a Quillota, siendo enterrado en la Iglesia de Santo Domingo. Don Juan Manuel fue elegido párroco de Puchuncaví, pero
el ardoroso capellán no podía quedar encerrado en su trabajo de cura rural; continuamente volvían a su memoria los recuerdos
de su vida en el Ejercito, hasta que se presentó la ocasión de cambiar las armas por la política. Elegido diputado por su
ciudad natal, en 1826 ingresó al Congreso que acababa de constituirse en Valparaíso, al que llegó a presidir como vicepresidente
en funciones. El 19 de julio del mismo año presentó una moción que fue aprobada por unanimidad y que decía: «Los pueblos
elegirán popularmente sus cabildos: la elección se hará el mismo día que la de los gobernadores y en la misma forma".
Al año siguiente en 1827 tuvo lugar el motín militar del coronel Campino, quien al frente de su tropa entró a caballo
en el Congreso y dio orden al sargento Latapiet para que lo disolviera. El pánico y la confusión consiguiente obligaron a
los diputados a salir corriendo de la sala. Solo quedaron dos, y Barros Arana lo describe así: «Persuadidos los diputados
de que Latapiet, hombre tan valeroso como atropellado e irreflexivo, era capaz de consumar un último y más atroz atentado,
abandonaban precipitosamente la sala. Solo Diego José Benavente se mantuvo impasible en su asiento, otro diputado el Pbro.
Juan Manuel Benavides, antiguo capellán del Ejército y hombre de una notable valentía, detuvo a algunos diputados, y con heroica
entereza peror6 a la tropa, señalándoles en los términos más ardientes el crimen horrendo a que las pasiones tumultuosas la
precipitaban los jefes del motín». Este es el gran capellán de la Independencia, luchó en todos los frentes.
Como buen religioso, la única recompensa fue el recuerdo del deber cumplido. Escribe así en su Diario, en Puchuncaví:
«Siempre he vivido contento, con la dulce satisfacci6n que consuela el corazón de un verdadero patriota que ha trabajado
por la felicidad de su patria». Ni a nivel nacional, ni local se ha destacado el mérito que se merece. Después de
una serena ancianidad, murió este infatigable patriota en abril de 1853 siendo párroco de Puchuncaví, cuidando de las necesidades
espirituales de su gente, y al cuidado de la obra benéfico-social que llevó a cabo muy al estilo de su «santa" hermana
María del Carmen, a quien el pueblo conoció siempre con el epíteto de la «Beatita Benavides». En el cementerio fundado
por él se ve una hermosa lapida de mármol que recuerda su memoria. También en la Municipalidad de Quillota hay una placa con
las fechas y hombres más notables de la ciudad, entre los que el nombre de la "Beatita" brilla por su ausencia.
Sin embargo se lee: «El capellán patriota Juan Manuel Benavente". El titulo está bien puesto pero no así el apellido,
con lo que demuestra Quillota el aprecio que tiene por uno de sus hijos más ilustres. ¿Será que todo queda reservado para
su hermana la «Beatita", hoy camino de los altares? Fr. Emilio Calderón de Castro, O.P.
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La Patria debe reconoser su accionar
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