María del Carmen Benavides, de su vida


De "Tradiciones Quillotanas" recopiladas por P. Carlos Fernández F. Se lee la siguiente anécdota

Se había impuesto María del Carmen Benavides la tarea de acompañar a todos los reos condenados a muerte. En diversas ocasiones se le vio al lado del carretón en que se trasladaba a los reos que debían ser fusilados, desde la cárcel al cerro de Mayaca.
Les rezaba el rosario y cuantas oraciones sabía para ayudar a bien morir, y no los abandonaba hasta que recogía sus cadáveres para darles piadosa sepultura.
En cierta ocasión llegó a la Gobernación para interceder por un condenado a muerte. Desempeñaba el puesto de Gobernador don Gregorio Amunátegui, quien sintió viva complacencia al recibir esta visita, pues deseaba mucho conocer a la Beatita, de quien se contaban tantas cosas
- Buenas tardes, señor Gobernador.
- Muy buenas, señora, ¿en qué puedo servirla?
- Vengo a manifestarle a US. que el reo condenado a muerte y que debe ser fusilado mañana a las 6 AM es absolutamente inocente. Es un pobre hombre cargado de familia que no ha podido defenderse; me consta que es Inocente y vengo a solicitar su indulto.
El señor Amunátegui quiso probar a la Beatita con una broma pesada, la que Fue devuelta de igual forma.
- Señora, tendré el mayor placer en complacerla, pero yo a mi vez voy a pedir a Ud. otro servicio.
- El que guste, señor Gobernador.
- Sería Ud. capaz, señora, por salvar a este pobre hombre, de darle al Gobernador un abrazo?
Grande fue el asombro del bromista Gobernador al oír esta respuesta:
- No tengo ningún inconveniente, señor, pero me va a esperar un cuarto de hora, y puntualmente me tendrá aquí para complacerlo.
Intrigado el Gobernador con la respuesta, se quedó, reloj en mano, esperando Abrazo, sin poder disimular una gran nerviosidad, por lo demás muy explicable.
Terminado el cuarto de hora, se presenta la Beatita en su despacho y le dice aquí vengo a cumplirle a US. mi promesa, al mismo tiempo que avanzaba hacia el Gobernador abriéndole los brazos, de modo que éste no pudo sino aceptarlo. Pero en ese mismo momento desaparece la Beatita, al mismo tiempo que deja al Gobernador la impresión de haber estrechado un saco de paja.
La vio entrar, habló con ella, creyó estrecharla y ella desaparece sin que la vea alejarse de la sala.
Todo pasó en breves instantes y el señor Amunátegui, cayó desplomado sobre su asiento.
Repuesto de la impresión, hizo llamar al Párroco, don Fernando López, y a don José Moisés Allende, para contarles lo que había pasado, y ellos se encargaron de divulgar este caso de bilocación de la Beatita, plenamente comprobado.

National Archives and Records Administration Web Site:

www.nara.gov/genealogy